domingo, agosto 28, 2005

De los segundos pisos...............

El tráfico lento en el Distrito Federal es cosa de todos los días, es un problema de nunca acabar. Y ciertamente es muy estresante el hecho de pasar hasta cuatro horas de tu día en medio de un periférico o viaducto casi apunto de reventar. Sin embargo, nuestro excelentísimo ex gobernador, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), tuvo en cuenta todas las dificultades que esto implica. Y por eso pensó ,de manera acertada, en construir un segundo piso al periférico. A pesar de todo lo que le han reprochado a AMLO (y yo mismo le he reprochado), creo que la inversión en el segundo piso del periférico, a la larga, traerá mas beneficios que males a la sociedad. Si bien hoy en día, la construcción del segundo piso provoca que tráfico sea incluso más lento de lo normal, por lo que implica la construcción misma. Pienso en un futuro (espero no muy lejano) donde el segundo piso ayude a la rápida circulación del transito en el Distrito Federal, y entonces, es también cuando pienso en el tiempo que podré utilizar para cosas mucho mas productivas que pasar 4 horas en medio de personas, que por haber estado más de 4 horas en un embotellamiento, ya reaccionan de manera agresiva a la menor provocación.

Cabe aclarar que mi objetivo no es que los lectores supongan, de antemano, que tengo poca, mucha o ninguna preferencia por AMLO. Sino, únicamente resaltar las ventajas que el segundo piso, en particular, pueda traer a la economía del tiempo. Que en estos tiempos es tan apreciado.

1 comentario:

Gragrofe dijo...

Esto no parece de economía, ¿pero quién puede resistir la tentación?

Existen ciudades en europa donde la gente tiene autos de superlujo y prefieren dejarlos estacionados en sus casas, porque resulta muy tonta la idea de conducir en vez de tomar algún cómodo, rápido, eficiente, seguro, y barato transporte público.

Desperdiciar miserablemente el dinero de la ciudad construyendo segundos pisos que afean la ciudad, atraen más coches y pasan por zonas que sólo una pequeña parte de la población usa (la que tiene coches y vota, claro); cuando podría emplearse ese dinero para crear un sistema de transporte donde la gente no pierda su dignidad al sentarse en asientos para pigmeos, es como para que todos queramos gritar de indignación.

¿Por qué alegrarse por ahorrar unos cuántos minutos si un monorriél, por ejemplo, hubiera ahorrado HORAS y habría disminuido la cantidad de coches circulando?

No nos dejemos llevar por las obras de relumbrón. Ese señor será un gran político, pero como gobernante era pésimo.